(Claudia Peiró. Infobae).
Increíble pero cierto: la papisa del transfeminismo, que en Argentina es venerada como una profeta, sólo “te cree, hermana” si sos de las suyas. Y además asegura que muchas mujeres “se sienten libres” y “disfrutan” usando el velo.
Tiene un doctorado honoris causa de la UBA y ha visitado varias veces Buenos Aires, presentándose en universidades, no para debatir, porque sus seguidores -seguidoras mayormente- no debaten sino que la escuchan como los miembros de una secta a su gurú. En sus viajes a Argentina, se ha codeado con las referentes del NiUnaMenos y con otras exponentes del feminismo local, como Dora Barrancos, que fue asesora del presidente Alberto Fernández durante sus cuatro años de gestión con perspectiva de género.
Más aún: Judith Butler es citada como referencia indiscutible en todos los textos oficiales que hablan de la ESI. Es una de las inspiradoras de la locura de hablarles de transgenerismo a los nenes desde el jardín. La epidemia trans, o sea el contagio de la disforia de género en adolescentes, tiene su origen en los delirios que repite “elle” (ese es su pronombre desde que, recientemente, se le antojó que no es hombre ni mujer).
Para tener una idea de la influencia de esta señora en cabezas locales poco pobladas, va un párrafo de uno de los documentos sobre ESI destinados a formación docente: “En la modernidad se establece y asume al binarismo como norma organizadora de la sexualidad. Como afirma Judith Butler, esta lógica se basa en dos principios reguladores: la reproducción biológica y la presunción de heterosexualidad obligatoria”.