Mons. Mestre, i froci y las tropelías de Bergoglio.

(Caminante Wanderer).

No sólo en la Curia Romana se preguntan a estas alturas si el Papa Francisco no está entrando en un preocupante estado de senilidad, sino también en las curias del mundo entero. Hoy nos entramos de sus dos últimas tropelías. En primer lugar, se conoció que en una reunión con el episcopado italiano del lunes 20 de mayo, pidió a los obispos no aceptar en sus seminarios a candidatos abiertamente homosexuales porque, dijo, «C’è già troppa frociaggine». Los medios italianos no salen de su estupor; y no porque les suene a discriminación lo que dijo el Pontífice, sino por la grosería de la expresión. Los medios de lengua española la han traducido como “Ya hay muchos maricones”, pero la expresión italiana frocio es mucho más grosera y denigrante. Es un insulto, y un insulto fuerte. En lengua argentina, sería algo así como “Ya hay muchos trolos” o “Ya hay muchos putos”.

    Hubo papas que eran bastante boca sucias, y algunos santos también, como el Cura Brochero. Pero una caso es utilizar un expresión más o menos grosera o chabacana en una conversación o en un arrebato de ira, y otra muy distinta en una reunión de altísimo nivel. Y una cosa es que la use un cura rural y otra que lo haga el pontífice romano.

    La segunda tropelía tiene que ver con la expulsión destemplada del nuevo arzobispo platense, Mons. Gabriel Mestre, un hombre del riñón bergogliano. Todo el mundo intuye que la decisión tiene que ver con algo sucedido en Mar del Plata, su sede anterior, y algunos aventuraban que se trataría de algún escándalo de tipo sexual, como nos tiene acostumbrado el clero últimamente. Sin embargo, si ese hubiese sido el caso, Francisco no habría corrido a Mestre; lo hubiese protegido.

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