‘Me sentí herido’: católicos de la comunidad LGBTQ hablan sobre el insulto utilizado por el papa Francisco

(The New York Times. Amy Harmon).

La noticia de que el sumo pontífice ha usado en dos ocasiones un insulto despectivo para referirse a los hombres gay desató una ola de confusión y dolor entre algunos católicos.

Este fue el papa que preguntó: “¿Quién soy yo para juzgar?”, en respuesta a una pregunta sobre sacerdotes homosexuales en 2013. El año pasado, anunció que permitiría que los sacerdotes bendijeran a parejas del mismo sexo, desafiando a los críticos conservadores de la Iglesia católica romana. Y se disculpó hace solo unas semanas, en un comunicado del Vaticano, por utilizar un término ofensivo en italiano para referirse a las personas homosexuales en una conferencia de obispos.

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Un pueblo aislado del Amazonas se conectó a internet y cambió su vida

(The New York Times. Jack Nicas).

Conforme los discursos se alargaban, los ojos se empezaron a desviar hacia las pantallas. Los adolescentes navegaban por Instagram. Un hombre enviaba un mensaje de texto a su novia. Y un grupo de hombres se aglomeraban alrededor de un teléfono que mostraba un partido de fútbol mientras la primera líder mujer del grupo hablaba.

En cualquier otro lugar, una escena como esta sería usual. Pero la escena transcurría en una aldea indígena remota en una de las regiones más aisladas del planeta.

Durante mucho tiempo, el pueblo marubo ha vivido en chozas comunitarias desperdigadas por cientos de kilómetros a lo largo del río Ituí, en el corazón de la selva amazónica. Hablan en su propia lengua, consumen ayahuasca para conectarse con los espíritus de la selva y capturan monos araña para hacerlos sopa o conservarlos como mascotas.

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En Perú, un decreto sobre la identidad trans provoca una fuerte reacción.

(Genevieve Glatsky y Mitra Taj. The New York Times).

El documento oficial clasificó a la identidad transgénero de “problema mental”. El gobierno afirma que el objetivo era ampliar el acceso de las personas trans a los servicios de salud.

El decreto apareció sin mucha bulla en un periódico oficial del gobierno de Perú que publica nuevas leyes y reglamentos. Las autoridades de salud peruanas dicen que no tenían ni idea de la respuesta que provocaría.

Dicen que querían ampliar el acceso a la atención de salud mental con seguro privado para peruanos transgénero. Por eso el decreto del gobierno incluía un texto que clasificaba la identidad transgénero como “problema de salud mental”.

Pero a medida que se filtraba la noticia de la norma, provocó indignación entre la población LGBTQ del país y sus defensores.

Muchos críticos dijeron que el decreto era otro golpe en un país donde el matrimonio igualitario y las uniones civiles son ilegales; la identidad transgénero no está reconocida legalmente; no hay legislación que reconozca los delitos de odio; y los peruanos trans dicen que se enfrentan a una discriminación y violencia generalizadas.

“Lo que están haciendo es etiquetar a toda una comunidad como enferma”, afirmó Cristian González Cabrera, quien investiga los derechos de los LGBTQ en América Latina para Human Rights Watch.

Pero las autoridades de la salud afirmaron que el enfado y las reacciones negativas se debieron a un error de comunicación y que su intención no era ofender a las personas trans.

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