Hostias como tejido humano y sangre en copas: los hechos que conmocionaron a una parroquia porteña y ahora la Iglesia permite venerar.

(SERGIO RUBIN.CLARIN).

  • En 1992, 1994 y 1996 en la parroquia Santa María del barrio de Almagro hubo hostias que se transformaron en tejido humano y gotas de sangre aparecieron en copones de misa.
  • Después de años de silencio y diversos estudios el arzobispado de Buenos Aires acaba de reglamentar la veneración de los fragmentos que aún se preservan en el templo.

Por delante de la parroquia Santa María, en el barrio porteño de Almagro, pasa diariamente muchísima gente. Es que está ubicada en la esquina de Avenida La Plata y la calle Rosario, arterias muy transitadas. Pocos saben que el templo fue escenario en la década del ’90 de tres acontecimientos sorprendentes, sin antecedentes conocidos en el país: La transformación de la eucaristía (la hostia consagrada convertida por el sacerdote en la misa en el cuerpo de Cristo, según la fe católica) en pedacitos de carne y la aparición de gotas de sangre en objetos y lugares religiosos. Lo que, a la luz de la fe, serían manifestaciones de la presencia de Jesús en la eucaristía.

Popularmente llamados “milagros eucarísticos” -la Iglesia prefiere hablar de “signos eucarísticos”, o sea manifestaciones para ayudar a quienes no creen en la presencia real de Cristo en la eucaristía-, hubo muchos de estos supuestos acontecimientos sobrenaturales en todo el mundo a lo largo de los 2.000 años de cristianismo, si bien la Iglesia es cautelosa a la hora de reconocerlos. De hecho, el Vaticano dijo días pasados que ya no se pronunciará más sobre su autenticidad -salvo de un modo muy excepcional a pedido del Papa en un caso determinado- y, en cambio, definió seis niveles de evaluación que van desde la ausencia de objeción hasta el rechazo.

Precisamente, la declaración del Vaticano y un decreto del arzobispado de Buenos Aires del 9 de mayo, que establece normas para la veneración de los fragmentos de hostias consagradas en las cuáles se produjo el “signo eucarístico”, pusieron en foco los presuntos acontecimientos en la parroquia porteña, que años después suscitaron el acompañamiento espiritual del entonces arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio. Pero que, tal como establecen las normas eclesiásticas, inicialmente estuvieron bajo secreto a la espera de una serie de estudios y luego se optó por una difusión acotada para evitar toda espectacularidad que los distorsionara.

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